domingo, 30 de diciembre de 2007

Espantapájaros


Lo más importante en este momento sería recuperar la certeza de estar en el lugar correcto. Al menos ese presentimiento que nos permite desenvolvernos ciegamente en un espacio lleno de circunstancias y habladurías. A veces suelo advertir que la mayor parte del tiempo estoy en el lugar incorrecto, y por ende mis palabras me lo hacen notar en cada monosílabo que intento emitir como si fuera un imbécil. Me parezco a un espantapájaros en medio de la ciudad mirando como las circunstancias me lanzan a un completo silencio. Y lo único que me queda es pensar, para suplir esa necesidad de la lengua y así superar el mutismo al que me han arrojado. ¿Dónde encontrar ese lugar correcto y cómo permanecer en él sin olvidar lo que he sido?. He permanecido en lugares incorrectos toda mi vida, y sentir que no hay salida, es el peor castigo divino que se le puede otorgar a un hombre, ya que debe conformarse eternamente con la reiteridad de ese espacio la infinidad de veces provocando el más absurdo letargo, en el que me encuentro en este momento. Los habitantes de este espacio te juzgan repetidamente con los mismos prejuicios toda su maldita existencia; se aglomeran como aves parlanchinas y carroñeras sobre mi espalda de paja para intentar someterme a lo que ellos han creído por siglos erróneamente. Entonces me consuelo. Porque aún no sé dónde está el lugar correcto, no sé ni dónde buscarlo. Prefiero caprichosamente crecer en la aglomeración del incomprendimiento y el juicio ignorante de los habitantes de esta aburrida comarca.

Hacerles creer que me hundo con ellos, que dejo de pensar como yo para pensar como ellos. Todo por juego. Aunque ellos no deberían tratarme así, nadie debería hacerlo, porque a pesar de no tener voz por ser un extraño espantapájaros, no pueden tratar de pisotearme como si fuera un bicho raro. No deberían hacerlo, porque tengo cabeza y pienso; como espantapájaros, para que uds crean erróneamente lo que uds quieran creer sobre mí. Traten de pisotearme, y verán cuanto me harán pensar al punto de volverme loco para no regresar jamás. De alguna manera el viaje comenzó cuando abrí los ojos, y vi mi cuerpecito desolado al viento, y quizás yo no me merezca esto. Por eso llegará el momento en que el espantapájaros cumplirá su magnífica expresión y todas las aves parlanchinas y carroñeras volarán tan lejos como puedan. Al fin verán que he estado en el lugar incorrecto todo este tiempo, y que no debieron tratarme de esa forma. Pero quizás el que vuela a otra parte sea yo, y las aves parlanchinas y carroñeras se quedarán para siempre en este lugar, para repetir lo que son eternamente por la cosumación de los siglos. No dejarán de ser, porque es esa su función; destruir e impedir la felicidad de los bichos raros, los espantapájaros en medio de la capital.

Y una vez que el viaje termine, será necesario aclarar que no fue por huir de estos engendros que me encontré un lugar en el tiempo, sino porque los hombres han debido ser o que han sido desde un principio, y no renegar jamás de su tarea en la vida. Es imposible explicarlo sin que haya en el aire un olorcillo a alcantarilla en el ambiente. Lo único cierto, es que me encuentro en este momento en un lugar incorrecto, del cual otros construyen su existencia y otros se mueren por buscar un espacio en el tiempo.

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