domingo, 27 de abril de 2008

The Pereiras (por Felipe Alegría)


Rodrigo Bourguet Barriga era un joven beatlemaníaco nacido entre los cerros allá en San Bernardo. Felipe Alegría Urrutia era un mozalbete rockabilly y por el glorioso San Miguel iba caminando. A Rodrigo le gustaba crear mundos con sus bellos e intensos escritos y prosas. A Felipe le encantaba meter ruido con su guitarra escandalosa. Rodrigo se daba cuenta que con música todo se le esclarecía. Felipe en tanto, deambulaba sin rumbo en cuanto grupo podía. Rodrigo entraba a estudiar pedagogía porque le gustaba la docencia. Felipe hacía lo mismo, pero por condecendencia. Rodrigo le mostraba sus maravillosas poesías. Felipe le otorgaba alucinantes melodías. Rodrigo descubría el inimaginable poder de una canción. Felipe a escribir convertía en su pasión. Rodrigo, años después, le proponía componer las mejores canciones. Felipe incrédulo, barajaba otras opciones. Rodrigo machacaba los acordes de una raza estrafalaria. Felipe convencido por tocarla ya sangraba. Así es como se juntaron estos cabros y pongo como advertencia. Que desde entonces los pereiras, componer canciones tienen como competencia.

domingo, 20 de abril de 2008

“A propósito del miedo”


No podía evitar sentir miedo, al pronunciar miedo en vez de medio, cuando iba a comprar el pan. Entonces cuando creía controlar ambos miedos, cruzaba la calle con una bolsa de plástico, entraba al negocio y pronunciaba mi pedido. La lengua se me trababa y lo miedos volvían, mientras la seriedad pálida del vendedor me contemplaba por encima del mostrador. Quizás por ser alemán, jamás me corrigió; eso pensaba siempre. No era broma, los miedos eran ciertos y no he podido sacármelos, ni siquiera los de la lengua.
Otra vez me encontraba en la misma esquina, donde solía quedarme minutos para quitarme los miedos; cuando creía superarlos, cruzaba la calle con una bolsa de plástico, y entraba al bazar para solicitar mi pedido. “no existe miedo de pan, ni a la harina” me decía el alemán. Volvía entonces lingüísticamente derrotado a la casa, con medio pan en la boca.
La última vez supuse derrotar a esos miedos tan extraños que me invadían. Me senté en esa misma esquina tenebrosa para controlar la situación de una vez por todas. Cuando creí dominar aquellos miedos, crucé por la calle con mi bolsa de plástico, y entré al bazar del alemán. Me miró consternado y se dispuso a buscar el pan. Antes lo alcancé de un grito y le dije: ¡me vende un Tiffanys! El alemán se volvió sobre sus firmes pasos y sonrió. Esa pálida seriedad había desaparecido junto con mis miedos; el del estómago y el de la lengua. Al parecer los había superado. Entonces me di cuenta que era preciso superar otro miedo, el de la bolsa vacía llegando a casa.

martes, 15 de abril de 2008

“5 minutos más y despierto”


Camino por una calle oscura con los audífonos puestos, mientras una suave canción de Perkins me prepara para caer dormido sobre unas tablas congeladas. Agridulce coincidencia. Una cuadra más adelante, me recibe la brisa de una música de orquesta que se escucha a lo lejos, presagiando la noche del desperdicio. Me detengo en una esquina iluminada; a tres cuadras de mi derecha ha muerto un amigo. Quisiera que el ruido en mis oídos se detenga, la confusión, la multiplicidad de sentimientos que se evocar a partir de un solo llanto desesperado.
La muerte me acompaña hasta la entrada de mi casa, y me recuesta sobre el sillón, luego enciende la tele. Aún no quiero despertar; se que te has ido; has pasado por encima de mis ojos, como el reflejo de una luz sobre un metal frío y desinteresado. Cinco minutos más y comenzaré a buscarte en la lógica de los sucesos, pero en este momento me quedo anestesiado con el extraño proceder de la muerte. Podría haber sido yo.
La muerte me cambia los canales de tv; se detiene en animaciones enigmáticas que jamás había visto; leo entrelíneas mensajes ocultos que antes no había percibido. ¿Por qué ahora me acuerdo de todos esos muertos? ¿Qué tienen que ver contigo? No te has muerto. Estoy anestesiado por la impresión, lo recuerdas; en cinco minutos despertaré y el pecho se me oprimirá de dolor y ausencia. Perderé el aire y tú te habrás ido. Pero ahora quédate a mi lado.
Cuéntame lo del accidente. Supe que todo fue repentino, que no pudiste asimilar las luces que te señalaron hombre muerto. Te quitaron la risa de la cara, como si a un pescador le quitaran sus redes y su bote. Te distrajeron y maldijeron. Entonces caíste por un charco de sangre hacia un lugar tenebroso. Ahora recuerdo tus múltiples voces de encanto; si, creo que en verdad te has ido. Ya no me parece cautivante lo que dices, más bien son sólo ideas fantasmales.
Ni siquiera te sorprendes, sigues hablando como si no te percataras de lo que ha sucedido. Te dije, estoy adormecido y para mí no te has muerto. Estás aquí, contándome tus anécdotas y pormenores. Y al recordar tus voces de encanto, me doy cuenta que te has marchado a otro mundo, porque comienzo a extrañarte, cuando escucho murmullos en la calle oscura y luego tres cuadras a la derecha. Es tu velorio. Entonces termínenos este asunto y déjame despertar para recordarte. Debo llorarte, tú lo sabes. Debo sentir el dolor de tu pérdida, así que es necesario que despierte. Cuando abra mis ojos, quiero que sepas que te llevaré en lo más hondo de mi alma, querido amigo de infancia.

jueves, 10 de abril de 2008

“El cuento de la enseñanza”


Una vez hice algo malo. Me reprendieron. Me señalaron el error y me miraron a la cara. Me regañaron y me dijeron: “No ves que eso es malo, no ves que lo malo mata, no ves que la muerte es mala” Se retiraron en silencio. Tal vez aprendí la lección o quizás no. Más tarde me encuentro con un pobre chico que ha hecho algo malo. Lo reprendo. Le señalo el error y lo miro directamente a la cara. Pienso que lo va a olvidar en cuanto doble la esquina, y le digo”No ves que esto es malo, no ve que lo malo mata, no ves que la muerte es mala”. Me retiro en silencio, con la duda de sí aprendió la lección o no. Años más tarde, ese hombre se encuentra con la sorpresa de que su hijo ha hecho algo malo. “No ves que eso es malo, no ves que lo malo mata, no ves que la muerte es mala” Ese ha sido el proceder de nuestra enseñanza desde que existen las palabras.