viernes, 11 de enero de 2008

“El rockandroll es para siempre nuestra expresión de vida”


Me temblaron las rodillas y todo el cuerpo, cuando por un parlante gigante escuché ¡shake!; distraído de la gente, no supuse que ese sonido cambiaría todo para mí. Fue como si alguna fuerza extraordinaria me levantara y me tirara al cielo para tocar las nubes con un sólo impulso. Esa fue la primera vez que supe del rockandroll, hace muchos años atrás. De ahí en adelante las vibraciones consiguieron invadirme e reiteradas ocasiones, todas éstas provocadas por la presencia mágica de una certeza casi única en la música; ese poder electrizante que cada día crecía dentro mí como un reflejo espontáneo de la genialidad. Elvis rondó afuera de mi puerta más de una década, esperando entrar para cambiar mis perspectivas, pero no estaba preparado para escuchar algo tan magnífico. Jamás se alejó de mi puerta, y logró entrar unos años más tarde; fue como yo lo creía. Es que no podía ser de otro modo, cuando escuchas a Elvis es como traspasar cualquier barrera del tiempo, y esa vibración aumenta con cada canción y cada acorde. El rockandroll ha sido lo que más aprecio de la música, pero en ciertos momentos no estaba preparado para soportar tanto movimiento sonoro. Desde niño quise bailarlo y cantarlo tan fuerte como pudiera, y ese día llegaría. Así como el rockanroll de Elvis, también disfrutaba de lo que yo sentía como una vibración íntima, desgarradora que viajaba por toda mi corporalidad, cuando escuchaba en secreto a Camilo Sesto, Raphael y Buddy Richard. Los escuchaba en secreto porque era música de viejos que no comprendían nada. Sólo un niño y la magia espontánea de la música, era el mayor espectáculo de la vida. Cómo olvidar aquellos rituales, aquellos viajes por las canciones; cuando no tuve los casettes de aquellos grandes, los escuchaba en otras radios, y siempre mi cuerpo temblaba de emoción, de entusiasmo. Lo sabía en ese entonces, la música ha golpeado mis entrañas, para luego transmitirla a través de mi personalidad. No estaba preparado para lograr ese inmenso propósito. Entonces llegaron los Beatles. Con ellos creí que podría alcanzar la vibración del rockandroll y convertirme en uno de sus héroes. Viajé como nunca antes lo había hecho. Su influencia casi me consumió las ideas, y mantuve distancia, la necesaria para comprender toda su gran proeza. Entonces Lennon me acorraló, y a veces lo sigue haciendo para acobardarme y contarme el peso de la historia. A veces se apiada de mí, y ahí es cuando comprendo todo. Son los grandes a los que hay que escuchar con distancia, te consumen en su figura y te conviertes en su masa. Y junto a ellos están Buddy Holly, Carl Perkins, el gran Chuck Berry, y de pronto la vibración se convirtió en necesidad; de explicar, de entregar, de hacer vibrar a otros. Quise desde que escuché el ¡shake! En aquel baile de rockandroll en la escuela, ser lo que quisiera que el rockandroll fuera en esta vida. Desde ese momento el rockandroll sería mi expresión de vida, el resto es historia.

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