sábado, 16 de febrero de 2008

“Cinco días contigo”


Día 3: Me arrastro por tu cuerpo

No quisiera levantarme jamás de esta cama. Probablemente pierdas el trabajo y yo la razón, de quedarnos aquí acostados. Pero eso ya poco importa; ni siquiera el maldito frío que hace allá afuera. Aquí, todo es distinto. La mañana nublosa que veo por la ventana, no tiene ninguna relación con el olor a sexo matutino que se quedara en mis huesos el resto de la semana. Tú estás en el detalle más insignificante del techo que miras; te quedas en ese punto un instante, mientras yo deseo angustiosamente que el cielo no oscurezca. Tan sólo he venido a continuar lo que había quedado inconcluso meses atrás.
Probablemente pierdas el trabajo, pero no puede ser de otro modo. No hemos querido desperdiciar las palabras en argumentos poco relevantes. Podrías encontrar otro trabajo, con un mejor horario. Nos hemos quedado en silencio, pegados, pensando o reviviendo nuestros movimientos en la mente. No quisiera levantarme jamás, aunque haya venido a concluir esta historia.

Día 1: La llegada

He llegado 10 minutos atrasado al Terminal. Al bajarme del bus, siento repentinamente el aire frío en mi cara; me fumo un cigarrillo con el inminente invierno azotando mis huesos, el maldito invierno sureño tan distinto al de otros lugares. Decido llamarte de un teléfono público. Vienes en camino. Me siento un extranjero en tierras desconocidas; es como si todos supieran que vengo de visita. Al fin llegas, salimos del Terminal, tomamos un taxi y nos dirigimos a tu casa.
Volví a nacer en algún momento de la noche; quizás con mis dientes en tu lengua o mi cuerpo torpe tratando de quitarse la ropa. Ni siquiera recordé que era día sábado. Había pensado durante el trayecto a tu casa, en todo el aparataje previo que debía montar para que no te sintieras acosada. Tan sólo quería verte de nuevo. Por eso viajé tantos kilómetros, tan sólo para verte otra vez con la extraña felicidad invadiéndome las entrañas. Tus ojos me lo advertían. Fue una extraña felicidad.

Día 2: Bajo la lluvia

Debemos ocultarnos de la lluvia. Me tomas de la mano y me llevas hacia un lugar techado atrás de la catedral. No hay nadie. Los locales del centro han cerrado, sólo quedamos tú y yo. Siempre hemos estado solos, aún cuando nos rodean multitudes de palabras. No me canso de besarte i de hablarte, mientras la lluvia no detiene su marcha. No he fumado desde ayer y ni siquiera tengo ganas de preguntarte si fumas. Qué diferencia haría un cigarrillo en este momento; no lo sé, prefiero seguir mirándote. Aquí, bajo el techo todo está oscuro. Sólo veo una luz reflejada en tu risa, mientas te llevas una galleta a la boca. Y yo sigo buscando en esa oscuridad un cigarrillo en mis bolsillos.
No hay micros para llegar a casa; debemos caminar bajo la lluvia. De la mano me conduces por las calles jamás vistas ni recordadas. Caminamos casi una hora, cruzando avenidas, tropezándonos con líneas férreas, pisando posas de agua, hasta llegar totalmente borracho de amor para descansar sobre tu vientre. Volver a nacer, para confesarte que jamás pude apoyarme en un vientre femenino, sin pensar que mañana no lo haría. Fue un día de lluvia, de esos que se recuerdan.

Día 5: La despedida

Tan sólo he venido a concluir lo que dejamos entre comillas. Jamás creíste que vendría, y que me iría sin decirte nada. Te miré por última vez desde la calle y luego me marché con las palabras alborotadas. No pudimos despedirnos. Desperté y ya no estabas. Decidí caminar hacia el Terminal. Pero antes pasé por tu trabajo, el que casi pierdes por mi culpa. No pude olvidarte en el viaje, hubiera sido lo recomendable. Tan sólo vine porque quería verte.

Día 4: Como un fugitivo

Debíamos levantarnos para que no perdieras tu trabajo. Me quedé esperándote toda la mañana, sentado en tu cama mientras fumaba un cigarrillo. Podría haber sido fatal dejar rastros de mi visita, así que recogí del suelo cada prenda y la eché al bolso. Me desplacé con cautela por la casa sin correr las cortinas. Llegarías a almorzar.
Apenas quise respirar, y llegaste apurada, subiste la escalera hasta la pieza, te desvestiste y te lanzaste sobre mí. No sé si habrá indicios de que he pasado cuatro días contigo; no sé si te importará que te descubran. Te vistes, me besas y bajas la escalera para llenar tu estómago. Tienes dos horas de colación y ya has perdido 40 minutos en viaje y caricias. Suena el timbre, sabías que esto sucedería; yo ni lo presentí. Trato de ocultarme bajo la cama o dentro de un armario como aquellos chistes de infancia, pero decido quedarme justo donde estaba.
Sabías que él llegaría en cualquier momento; te llamó desde su casa, quería verte. A esa altura sólo pensabas en verme, en no levantarte jamás de la cama. Así que lo dejaste pasar, quizás para ver hasta dónde llegaba. Intentó subirte a la pieza, pero ya sabías lo que yo haría por ti; no me iría, no me escondería. Lo convenciste para que se fuera y regresaste a la pieza. Creo que partiré mañana.
Vuelves al trabajo después de prometerme todo. Te espero hasta la noche, pero esta vez en una plaza congelada. Me fumo otro cigarrillo, de la cajetilla que me regalaste, y pienso en cómo matar el tiempo. Cuando anocheció ya había recorrido toda la ciudad sin olvidarme donde trabajas. Sales por fin. Nuevamente caminamos hasta tu casa; quieres decirme algo, pero no te atreves. Este es el último día que puedo entregarte. Se me nublan los ojos de cansancio; duermo sobre tu vientre, y despierto solo en la mañana. Creo que partiré en este momento. Tan sólo he venido para verte y ya es tiempo de regresar sin ser visto. Si nos descubren, esto se convertirá en tragedia griega.

martes, 12 de febrero de 2008

"Voces"


Hay voces que me tranquilizan. Me adormecen esos particulares tonos de voces como agujas imaginarias en cada punto del cuerpo. Esas ondas sonoras tan nítidas como suaves; tan únicas como tímidas. Me tranquilizan esas voces. Sus conversaciones me toman por el cuello y me recuestan sobre sus palabras extrañamente encadenadas en un vaivén sonoro que desbarata. Parezco muerto, pero es sólo un estado placentero. Esas voces se expanden y logro escucharlas desde siempre como momentos impredecibles. Esas voces femeninas me hipnotizan con sus tonos particulares. Pierdo el sentido del tiempo y el significado de los objetos. Mis ojos se pierden en un mundo que desconozco. Mi garganta se seca, y mi respiración se tranquiliza. A veces siento una peculiar vibración en mi cabeza; los pelos se me erizan y casi siempre las piernas me tiritan. Nada de esto sucede cuando lo espero; nada de esto está planeado. Tan sólo al escuchar esas voces femeninas, mi cuerpo se tranquiliza. Las conversaciones más inusuales me provocan esa hipnosis; las palabras menos rebuscadas, los tonos menos esforzados, las mujeres menos pensadas.

La sonoridad de sus historias me transporta hacia el conjunto de imágenes que me alivian de una existencia rutinaria. Esas voces conforman la banda sonora de esas imágenes caleidoscópicas que llegan a mi mente. Entonces me tranquilizo, no me desespero con el aire seco de los ruidos del mundo. No puedo explicar lo qué sucede. Es tan sólo un estado de hipnosis que me saca del instante, para lanzarme a la multiplicidad de placeres. Es un placer extraño. Con esas voces puedo recordar detalles de escenas enigmáticas de otros placeres. Puedo ver cada letra y cada acorde que quiero impregnar en un pedazo de papel, que nunca llevo a cabo. Tu voz me hipnotiza y me hace escribir de estas ideas. Las voces suaves y nítidas me tranquilizan. Y aunque quisiera no puedo cómo sucede. Tan sólo hay voces que me tranquilizan.

lunes, 11 de febrero de 2008

"Sunshine quiero sunshine"




"Estrafalaria soy"


"Sunshine, quiero sunshine" - me susurras al oído como queriendo abarcar todo el cielo con un sólo suspiro, mientras yo te veo llegar un millón de veces más, y siempre para conseguir tu mejor actuación, que es mi obsesión. No te pido nada a cambio, y tú cuando quieres me lo quitas todo.

"Estrafalaria soy" - y no sabes cómo ni cuándo me quemarás el sol de mis ilusiones, con tus ojos y tu voz. Lo quemarás porque te impones sobre los corazones fragiles y desesperados, sobre las palabras agujereadas por el viento y la soledad. Por eso no tengo razones para odiarte, ni menos para olvidarte; es imposible olvidarte, porque permaneces intacta, para recordarme cuánto te odio y cuánto te deseo. Te lo digo una y otra vez, me basta creerte para disolverme en ti estrafalaria. Me pierdo en un vaivén sonoro cada vez más sonoro, hasta convertirse en canción, para declarar esta confusión. Podría morir por ti, si ya no quieres el sol de estos acordes. Podría vivir por ti, sin olvidar que me obsorbes con tus ojos estrafalaria.

Sufro con tu magia gitana; me desbaratas las palabras que he escrito en tu espalda con la punta de la lengua. Me asfixias. Tú eres estrafalaria por eso gritas Sunshine! cuando intento sumergirme en tus piernas.



"No me parece simple, Lizabell"


Te detienes en la esquina de San Diego con la Alameda, ahí donde venden los libros que nunca lees. Te quitas la niñez de la cara con el humo de un cigarrillo suelto. Comienzas a habalr de tus intrépidos sueños de fanática alucinada de banda chileno-mexicana, y tropiezas con la solera al llegar al otro extremo de la avenida.

Me torturas una y otra vez con aquellas imágenes de poema simbolista, y choco con un paradero donde te espero hace horas. No me parece simple lo que me planteas, más bien porque poseo una personalidad huidiza. Por eso he viajado por los poros de otra piel, mientras tú divagas a la orilla de tus pequeñas ideas. No me aferro a tus conciertos con tarros y luces, prefiero las melodías simples a la luz de un cigarrillo.

Te callas un momento para recordar que estas lejos de la felicidad que buscas. Ya no finges estar sola; antes lo estabas, pero fingías una sonrisa de niña malcriada. Hoy solamente gritas una canción que te gusta y luego agachas la cabeza. Lizabell, no me parece simple como van las cosas. Tra el teléfono te quito la soledad, y vuelves a ser la misma chiquilla triste y enrollada. No me parece simple, Lizabell.



sábado, 9 de febrero de 2008

"Chocolate Fixies"


La noticia ha llegado a nuestros oídos. El público ha quedado perplejo con los detalles que anuncian la aparición de la banda del momento. Los artistas del medio nacional se han reído con la supuesta nueva broma del mercado anglosajón; pero más bien desconocen, que tan sólo se trata de una banda del interior de un pequeño pueblo al sur de la metrópolis.
Chocolate Fixies llegará en horas de la tarde, para presentarse en los más prestigiosos teatros y recintos de la capital. Los artistas tan sólo miran de reojo desde las alturas del olimpo, a la banda de medio pelo que trae consigo un primer disco en promoción: “Las canciones de Mary”.
Con algo de rockabilly y un toque de tecno-pop-trash-metal-fiesta-kich, Chocolate Fixies presiente la llegada del éxito y la fama; la trascendencia que anhelaron sus canciones sobre escenarios de poca importancia. Así lo expresan sus dos singles, “Hincapié” y “Ya volví”, liderando por 3 semanas las listas de audio en las radios nacionales. Es el primer paso para conquistar a la audiencia, para luego descansar sobre laureles allá en el olimpo musical.

Recordar

Lo más importante es recordar; no olvidar que hemos nacido para conseguir estos prematuros sueños y ser líderes de una generación a lo largo del país. De eso se trata, de recordar siempre que nuestro camino es el rockandroll; que poseemos el espíritu de otros rockstars para obtener el éxito.
Tarde o temprano nos escucharán; sabrán que esto no es un juego. Los artistas podrán mofarse, porque ellos son artistas y tienen derecho a hacerlo. Nosotros somos una banda local, pero no de medio pelo. Chocolate Fixies, es un nombre universal, que nos dará la entrada para pertenecer al círculo intelectual y musical de la metrópolis.
Creemos en lo que hacemos; nuestro estilo, nuestras letras, nuestra imagen, nuestra escena, nuestra perfomance, es único y original. Somos verdaderos artistas. No puede ser de otro modo. Creer es fundamental es nuestra carrera. Nosotros creemos, porque Chocolate Fixies es único en el medio.
No se trata de una broma; sacamos el nombre con sólo arte y talento. Todo está relacionado. El rockandroll, el Folk, la huaracha, el tecnopop, la melancolía, las drogas. Chocolate Fixies es un disco de 1967, de la banda anglo-mexicana The Perreras, nombre que alude a un conjunto de perros prisioneros en Latinoamérica, perros quiltros y sarnosos por lo demás. El disco habla de drogas como todos los discos del mundo; fue sacado por el líder Pepetrueno de una caja de chocolates del mismo nombre, que en él provocó una adicción desde los 5 años hasta los 30. Luego murió de sobredosis.
No venimos a decir nada; Sólo hemos venido a ofrecer ese mismo chocolate a la masa juvenil y adulta; todo está relacionado. Por eso le pusimos ese nombre, porque somos artistas. Chocolate Fixies para él, para ti. El resto lo decides tú.

Caer de pie

La carrera de un músico en este país es difícil, y eso lo podrían explicar un millón de cantores e interpretes de todos los rincones y todas las zonas. Pero eso no impide el esfuerzo para caer de pie y seguir componiendo a partir de las imágenes repartidas en los cielos y riachuelos. Se trata de no ceder. Se trata de evitar desaparecer y dejar un rastro; una canción popular, una canción de cuna o himno de la creación. La música fluye, mientras que nosotros aportamos a que eso sucede. La música nos encuentra, cuando menos hemos creído en ella. Entonces caemos de pie; componemos, cantamos, lloramos, reímos. La música es todo lo que necesitamos.

lunes, 4 de febrero de 2008

"Segundo Lugar"


Se trata de rescatar como experiencia del arte y la vida, la imagen del perdedor, pero con cualidades y características, que lo transforman en un personaje potencialmente superior al resto; del mundo que no comprende de estas cosas. Este es el capítulo donde deberían justificarse las caídas y mitificarse las derrotas; aquellas excusas para ponerse la capa o antifaz del villano y así cumplir un papel en esta historia. El perdedor podría haber pensado primero, pero siempre actuará segundo, quedará atrás; porque el ganador es quien se llevará los atributos absolutos de las escenas y las batallas. El ganador y el perdedor se disputan un lugar en este texto; tan sólo hay preferencia por el segundo, para explicar los orígenes del comportamiento humano y su competitividad eterna.

La imagen del perdedor no es un pretexto para separar al mundo bajo un péndulo de victorias y derrotas; más bien es un recurso para entender el lugar de donde provienen estas ideas. No se puede ganar todo el tiempo, ni perder toda la vida. Pero hay actitudes o situaciones que han separado a los hombres como ganadores y perdedores. El perdedor ha poseído siempre un segundo lugar en los anales de la historia que hablan de hazañas de grandes héroes, grandes ganadores. El perdedor no es el último de cien hombres, es el último de sólo dos seres distintos, porque su papel se construye en oposición al ganador.

Creer en el segundo lugar, es cumplir con el rol que se nos ha entregado. El villano ha creído en su papel, porque ha confirmado su existencia como el perdedor de esta historia. No puede tener lo que el héroe posee bajo la imagen del ganador. Sobre la sombra del villano están nuestros ideales cubiertos de pesimismo, porque no somos modelo de nada, simplemente somos segundones y hemos jurado vengarnos de todos ellos que no han creído en nuestras palabras. La sociedad ha creado a los perdedores como contraposición a sus grandes héroes, para así reflejarse en esas hazañas y vivir victoriosos por siempre.

Segundo lugar es Satán por Dios, es Caín por Abel; los despreciados, los apartados de las ideas centrales y absolutas. El villano ha preparado su plan para la venganza, porque su expresión se desborda en el desequilibrio emocional que implica el segundo puesto; ha entendido todo con una máxima exageración de la corporalidad y la inteligencia. El perdedor desde niño ha crecido ante el desafío del ganador que abarca todas las excelencias de la victoria; es la imagen perfecta que la masa adora y venera; posee habilidades que el perdedor desconoce o ansía tener.

Ese segundo lugar es un espacio que pocos comprenden como un rol en la historia; la posibilidad de entenderlo permite el desarrollo de habilidades que el ganador desconoce. El villano ha aprendido de teorías ocultas y conocimientos que superan el miedo al enfrentamiento final. El perdedor desaparece como situación y sólo aparece como antecedente nuestro; fuimos grandes perdedores en nuestra niñez y adolescencia, pero poseemos una nueva oportunidad para destruir esos preceptos absolutos. Hemos aprendido del arte sobre villanos y héroes; sobre conocimientos que nos permitirán elaborar nuestra pronta venganza. El segundo lugar es una circunstancia en el transcurso de los tiempos. La imagen del perdedor es un antecedente de nuestros orígenes. El villano es una exageración de esas ideas. El arte es nuestra arma más sofisticada contra los modelos heroicos de estas generaciones. En este capítulo la batalla llegaría a su final.