martes, 22 de enero de 2008

Sueño: "El caso de un padre muerto"


No me quisiste decir que tu padre había muerto, al menos no quisiste que lo creyera. Nunca sabré por qué. Así que salí en busca de su paradero; si lograba encontrarlo quizás mi suerte cambiaría. Tú sabes lo que querían de él, por eso rehusaste en darme algún nombre o una fecha especial. Destruí tu matrimonio, lo sé, pero mi pellejo estaba en juego y debía controlar a tu padre a toda costa. No quisiste saber en que estaba metido, tan sólo fuiste en busca de sus documentos en los antiguos barrios donde vivían. Te seguí sigilosamente para que en un momento determinado me entregaras todo. Su historial, sus huellas, sus errores, los tuyos, como dejarte seducir por la emotividad y señalarme el camino para obtener lo que deseaba. Si lo capturaba vivo, lo haría hablar para que me dijera las cosas que mis oídos debían saber acerca de todo este asunto, y mi libertad. Si lo encontraba muerto, al menos ya no sería una molestia para mis superiores, pero necesitaba respuestas. Entras a una casa abandonada sin darte cuenta de mis pasos y mi excitada respiración con toda esta historia. Te espero un par de minutos, no pretendo aún aprisionarte ni amenazarte de ningún modo, sólo quiero que me muestres los motivos de tu desesperada búsqueda. Oigo unos disparos, sales corriendo y no me divisas tras unos autos descompuestos a la orilla de la avenida. No pretendo saber a quién has matado ni qué relación tiene con todo esto. Te sigo apresuradamente por las siguientes cuadras en dirección al sol. Doblas en un callejón, hasta empalmar luego al final con una solitaria calle llena de árboles en ambos costados. No me preocupo por conocer qué tipos de árboles son aquellos que marcan el cuadro de la escena. En fin, te detienes en la mitad de la calle y enciendes un cigarrillo de espaldas hacia mí; llevas contigo una billetera negra con fotografías y documentos acerca de tu padre. Estoy seguro que aquí se oculta, en alguna de estas desoladas casas, así que decido actuar con cautela. Al avanzar de un momento a otro, te das media vuelta y me apuntas con tu arma. No quise destruir nuestro matrimonio, pero mi pellejo estaba en juego, debía permencer con vida para encontrar mis respuestas. Tú ya estás enterada de todo esto. Mi desesperación no consigue nada, ni que bajes el arma, ni que tu padre muestre señal alguna. Entonces me disparas en el hombro izquierdo y caigo al suelo. Mis ojos se cierran. Por unos segundos pierdo la conciencia. Cuando desperté tú estabas encaramándote a uno de esos árboles. Pensé que querías saltar hacia el techo de una casa. Te pasabas de un árbol a otro esa solitaria callejuela, tal como te había enseñando tu padre desde niña. Decidí seguirte herido y todo. Dificultosamente encendí un cigarrillo y luego saqué mi revólver. Caminaba lentamente, mientras trataba de apuntarte pegado al pavimento. La sangre me corría bajo la camisa azul que llevaba puesta esa tarde; casi anochecía, era un bello atardecer de otoño. Las hojas secas propiciaban un sincero desenlace final. Cuando saltaste al último árbolde la cuadra, casi llegando a la esquina, pude ver a tu padre que te esperaba en las ramas más altas. Lo vi claramente con su camisa blanca metida en el pantalón, afirmado con un cinturón de curo café. La misma imagen que tenía en mi cabeza la última vez que lo vi hace cuatro días. Entonces te apunté con el revólver, simplemente por sacarme la rabia de mi herida, y te disparé. Con el impacto de la bala se cayó mi cigarrillo de la boca y luego tú segundos después sobre las hojas secas. Tu padre desapareción junto con el humo que me rondaba la cara. No me quisiste decir que tu padre había muerto, al menos no quisiste que lo creyera, sin saber por qué. Y tú siempre lo supiste, tan sólo buscabas su recuerdo y yo un pasaje para entender tu huída de nuestra casa. Alguien tendrá que hacerse cargo de tres muertos en tan sólo una semana.

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